VITAMINA D: ¿QUÉ, CÓMO Y CUÁNDO?

La vitamina D es un nutriente fundamental para el buen funcionamiento del organismo. Su implicación en múltiples procesos fisiológicos y sus efectos sobre la salud fueron revisados por el Dr. José Manuel Quesada Gómez, del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba, en un webinar en el que se puso de relieve la importancia de mantener niveles adecuados de vitamina D y la utilidad de la suplementación en grupos seleccionados de la población.

La vitamina D3 es un nutriente que se sintetiza principalmente en la piel a través de la luz ultravioleta, adquiriéndose solo el 20% a través de la ingesta de alimentos. La vitamina D3 da lugar, tras varios procesos, a la vitamina activa 1,25 (OH)2 vitamina D o calcitriol, fundamental para la absorción intestinal de calcio y fósforo1.

“Cuando hablamos del sistema endocrino de la vitamina D, siempre pensamos en sus acciones sobre el metabolismo del hueso, cruciales para prevenir la salud ósea y muscular y para optimizar el efecto de los fármacos utilizados para la osteoporosis. Sin embargo, sus efectos van mucho más allá, ya que tiene efectos cardiovasculares, pulmonares, metabólicos, cutáneos y, muy especialmente, inmunológicos1”, aseguró el Dr. Quesada. “Por esta razón, es fundamental que el organismo disponga de concentraciones suficientes de vitamina D.”

Las personas con mayor riesgo de sufrir déficit de vitamina D son los ancianos, los obesos, las mujeres embarazadas o lactantes, las personas que toman medicamentos que afectan al metabolismo de esta vitamina, y las personas con osteoporosis/fracturas por fragilidad, enfermedad renal o hepática, hipo e hiperparatiroidismo, y síndromes de malaabsorción1.

Idealmente, los niveles de vitamina D deberían situarse entre 30-60 ng/ml, pero la deficiencia de vitamina D es un fenómeno habitual en todo el mundo, estimándose que un 37% de la población tiene niveles < 20 ng/ml y un 88% niveles < 30 mg/ml. España no es una excepción, como lo demuestran datos del estudio PREVICAD2, según los cuales la prevalencia de deficiencia de vitamina D (< 20 ng/ml) era del 43,8% en mujeres postmenopáusicas no tratadas y del 29,5% en mujeres que recibían tratamiento para la osteoporosis con calcio y vitamina D. “Esto, asociado a una baja ingesta de alimentos con calcio, aumenta el riesgo de que nuestras pacientes no tengan una buena respuesta al tratamiento antiosteoporótico , aseguró el experto.

La deficiencia de la vitamina D tiene un gran impacto en la patología ósea, puesto que el principal efecto biológico del sistema endocrino de la vitamina D es estimular la absorción intestinal de calcio para promover la calcificación de los huesos. Tiene, pues, una gran importancia en el remodelado y en la mineralización, pero, además, en el riñón promueve la reabsorción tubular del calcio, aumentando así la expresión del receptor de la paratohormona (PTH)3. “Si el organismo no dispone de suficiente calcio, debe obtenerlo del esqueleto, lo que hace disminuir la cantidad y la calidad del hueso”, explicó el Dr. Quesada. “Y no hay que olvidar que la resistencia ósea a la fractura depende de la densidad mineral ósea, determinada por el contenido en calcio y la calidad ósea.”

La suplementación de calcio y vitamina D se ha demostrado que reduce un 15% el riesgo de todas las fracturas y un 30% el riesgo de fracturas de cadera4. En caso de que el paciente reciba tratamiento para la osteoporosis, la evidencia indica que la estrategia más eficiente es acompañar dicho tratamiento con suplementos de calcio y vitamina D. Para obtener niveles séricos de vitamina D3 > 30 ng/ml serían necesarias 800-1.000 UI/día, y 2.000 UI/día en ancianos, personas obesas o cuando existe una baja exposición solar5. “Es importante que la suplementación de vitamina D no solo se efectúe en periodos de deficiencia, sino que se mantenga siempre, para evitar que los niveles vayan disminuyendo y vuelvan a caer por debajo de lo aconsejable”, apuntó el experto. Está demostrado que una suplementación con 2.000 UI/día es segura y no se asocia con toxicidad.

Vitamina D y COVID-19

Se han propuesto una serie de mecanismos que intervienen en la patogenia del síndrome de dificultad respiratoria aguda que caracteriza a la COVID-19. Los niveles adecuados de vitamina D facilitan la síntesis de calcitriol tanto en el riñón como en los lugares donde se está produciendo la enfermedad, lo que reduce la producción de citoquinas y quimioquinas. Por otra parte, disminuye la actividad de los neutrófilos que invaden los pulmones y deterioran el recambio de oxígeno, produciendo la insuficiencia restrictiva ventilatoria que caracteriza a la enfermedad. Al mismo tiempo, facilita la integridad de la barrera epitelial, que es crítica en la COVID-19, y la reparación del epitelio broncopulmonar deteriorado. Además, el calcitriol, tanto por acción directa como a través de la disminución de la tormenta de citoquinas y quimioquinas, reduce el riesgo de coagulación y trombosis6.

Asimismo, la vitamina D modifica la relación entre la enzima convertidora de la angiotensina clásica y la enzima convertidora de la angiotensina 2 (ECA/ECA2) al incrementar la expresión de esta última, lo que reduce la mortalidad6.

En este sentido, diversos estudios en pacientes con COVID-19 han demostrado que la deficiencia de vitamina D se asocia con una mortalidad significativamente mayor, con tasas más altas de ingresos hospitalarios y con estancias más prolongadas7. También se ha asociado con tasas más altas de infecciones y riesgo de sufrir COVID-19 grave y se ha sugerido que mejorar las concentraciones de vitamina D en pacientes con niveles deficientes puede mejorar el pronóstico de la COVID-198.

“Por tanto”, concluyó el Dr.  Quesada, “conocer los niveles de vitamina D de nuestros pacientes y corregirlos es una buena estrategia para mejorar su estado de salud en múltiples niveles.”

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Bibliografía

  1. Casado I, Quesada JM, Naves M, et al. Recomendaciones de la SEIOMM en la prevención y tratamiento del déficit de vitamina D. Rev Osteopor Metabol Min. 2021; 13 (2): 84-97.
  2. Quesada-Gómez JM, Diaz-Curiel M, Sosa-Henriquez M, et al. Low calcium intake and inadequate vitamin D status in postmenopausal osteoporotic women. J Steroid Biochem Mol Biol. 2013; 136:175-7.
  3. Holick MF. Vitamin D deficiency. N Engl J Med. 2007; 357(3):266-81.
  4. Weaver CM, Alexander DD, Boushey CJ, et al. Calcium plus vitamin D supplementation and risk of fractures: an updated meta-analysis from the National Osteoporosis Foundation. Osteoporos Int. 2016; 27: 367-76.
  5. Dawson-Hughes B, Mithal A, Bonjour JP, et al. IOF position statement: vitamin D recommendations for older adults. Osteoporos Int. 2010; 21(7):1151-4.
  6. Pérez Castrillón JL, Casado E, Corral Gudino L, et al. COVID-19 y vitamina D. Documento de posición y del Metabolismo Mineral (SEIOMM ). Rev Osteoporos y Metab Miner. 2020; 12:155-9.
  7. Wang Z, Joshi A, Leopold K, et al. Association of vitamin D deficiency with COVID-19 infection severity: Systematic review and meta-analysis. Clin Endocrinol (Oxf). 2021: 10.1111/cen.14540.
  8. Oristrell J, Oliva JC, Casado E, Subirana I, Domínguez D, Toloba A, Balado A, Grau M. Vitamin D supplementation and COVID-19 risk: a population-based, cohort study. J Endocrinol Invest. 2021: 1–13.